Ven, que estás invitado. Óleo sobre madera, 43 x 43 cm
DEVOCIONARIO: "VEN, QUE ESTÁS INVITADO"
Sin más remedio, porque es ley de vida, uno aprende que es necesario relacionarse con sus obras con un cierto desapego. Igual que un hijo se nos independiza, así, un cuadro nos deja, y casi siempre en buenas manos. Pero, por muy asimilada que tengas esa ley, a veces falla el mecanismo y no es tan fácil el desprendimiento. "Ven, que estás invitado" es una pieza que ya tiene algunos años. No recuerdo qué coleccionista la compró, pero sí recuerdo que me costó deshacerme de ella.
Quizá fue porque en estos centímetros cuadrados había llegado a conclusiones técnicas en las cuales estuve trabajando algún tiempo. Mis esfuerzos indagaron en las fuentes de la pintura clásica del Renacimiento y del Barroco para luego amoldar esas líneas maestras a mi propio lenguaje. Estas referencias son inagotables. En cada rincón de una pieza del Museo del Prado o de la Galleria degli Uffici (por citar sólo un par de ejemplos) hay cientos de sugerencias que poner al día en el estudio.
Ante tanta impostura en el arte actual y ante el reguero de feísmo que nos invade (y sin que uno reniegue de la innovación), cada vez más miro al arte como una artesanía, como una maestría atávica insoslayable. Y para que surta efecto, con toda modestia y mucha esperanza, me aferro al devocionario más ortodoxo de los más adiestrados de la historia de la pintura.
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